Sentado en el malecón
El malecón era uno de los lugares, a los que le gustaba ir a pasear, ya allí, se sentaba en el borde del muro de contención, cara al mar, exactamente donde las olas rompían con gran fuerza en los días en que hacía mal tiempo.
La razón de elegir aquel lugar era que, los problemas que cargaba desde hacia un tiempo le comenzaban a pesar cada vez más y sentado allí, desde la dársena veía todos esos problemas mucho mas lejanos y menos graves de lo que realmente eran.
Evidentemente era consciente de que, con solo venir a sentarse a la orilla del mar, los problemas no se iban, pero si le daban la calma y la claridad suficiente como para poder enfrentarse a la resolución definitiva de aquellos problemas.
Por eso después de la salida de su trabajo, de mecánico en el taller de reparación de bicicletas, situado a una distancia de unos dos kilómetros del comienzo del espigón, de la playa mas visitada de la zona, el mecánico tomaba siempre el mismo rumbo, nada mas salir giraba a su derecha y ponía rumbo a la gran avenida de las palmeras, la cual seguiría hasta su finalización, que era donde comenzaba el mencionado espigón.
Los problemas que se le presentaban al mecánico, no eran otros que el de la propia evolución industrial, a medida que esta iba progresando, el medio de transporte también lo hacía, anteriormente se había pasado de ir en vehículos tirados por animales, a utilizar un medio de transporte como era la bicicleta o el triciclo, pero como he dicho los tiempos cambian y ahora era época de ellos, ya se comenzaban a fabricar unos vehículos llamados motos, entonces el pobre mecánico se preguntaba, cuando todos cambien su bicicleta por una moto, ¿Quién vendrá a mi taller luego?, yo de bicicletas entiendo bastante, pues ya son diez años manipulándolas, pero de esas dichosas motos, ¿Qué es lo que entiendo yo?, si ni siquiera las he visto de cerca, lo mas probable es que me quede sin clientes y tenga que cerrar mi pequeño taller, que es el que me ha dado el sustento y con el haber sacado a mi familia adelante.
Y justo ese día, sentado en aquel malecón, una lucecita dentro de él se le encendió, ¡ya se! dijo, como dice el proverbio árabe, “Si Mahoma no va a la montaña, la montaña viene a Mahoma” , lo que quiero decir con esto es que ahora mismo no entiendo nada de motos, pues bien lo que tengo que hacer es aprender y así cuando comiencen los problemillas mecánicos en ellas, si yo he aprendido a repararlas, seguirán viniendo a mi taller, como mismo lo hacían con las bicicletas. Se levanto de un impulso, tomando rumbo a casa, solo que ese día se fue mucho mas ligero, pues los problemas que había traído esa tarde, los dejo allí, para que las olas se los llevaran cuando vinieran con su fuerza y bravura a romperse en aquel malecón, que aquella tarde de sus problemas al mecánico liberó.
En la misma medida en que los tiempos iban cambiando, el mecánico, a el se iba adaptando, pues en los negocios es como en la vida, que si no creces, pereces y no permaneces.