Un diario para Aria
(Capítulo III)
El domingo en que tomó su «primera comunión»
Pero ahí estaba ella de pie frente a su mamá, que ya estaba preparándoles el desayuno, el cual no se tomaría hasta el regreso de misa, como cada domingo.
Debo deciros que ese día era un domingo, muy especial y raro a la vez. Raro por todas esas incógnitas. Especial por el hecho de que la niña iba a tomar «su primera comunión», ¿Era quizás este uno de los motivos de su insomnio?
Como ya dije antes con seis años no se entienden muchas cosas, por ejemplo, eso de que para comulgar no se podía desayunar, pues según les decían, el cuerpo de Cristo había que tomarlo en ayunas, pues lo mismo que tenían que limpiarles de pecado (confesarse), tenían que estar limpios de estómago, algo incomprensible a esa edad e inconcebible a esta.
Mamá al verle le dio los buenos días, ella la besó, se miraron con ese cariño de madre e hija. La notó nerviosa, aunque trató de ocultárselo, rápidamente le preguntó ¿cómo has dormido?, ¿estás contenta?, ¿por qué te has levantado tan pronto?, anda vamos a bañarte, llama a tus hermanos, mientras les preparo la ropa. ¡La ropa!, al oír esto su corazón palpitó más deprisa de lo normal. Ella me había confeccionado un vestido especial para la ocasión, zapatos nuevos, bolso, corona, velo, rosario, misal, recordatorios. ¿Quién no se pondría contento con todo esto? Hasta ahora había asistido a misa con el traje de los domingos como le llamábamos, pues de hecho solo se usaba ese día para tal efecto.