Un diario para Aria
(Capítulo IV)
Protagonista por un día
Hoy era ella la más guapa entre todos sus hermanos, en cambio a ellos no parecía importarles, pues compartían su alegría y sonreían junto a ella, ¡qué bonito! ni envidias, ni malos pensamientos, ¡que limpio era todo! Esto sí que lo comprendía, mamá les había educado de tal forma que se quisieran y respetarán tanto entre ellos como con los demás, que, si algo malo les ocurría a alguno, lo sentirían todos por igual, así pues, cuando ese algo era bueno tenían que compartirlo igualmente, que jamás se sintieran el uno por encima del otro, sin envidias, si alguno tenía más que el otro y ese necesitaba de ello había que compartirlo.
Cuando estaban todos preparados, se miró por última vez en el espejo antes de salir, no sé, pero, le pareció verse diferente, que sólo por el hecho de que iba a hacer «la primera comunión», se sentía importante, pero una importancia sin maldad. Ese día sería ella la primera en todo, en salir de casa de la mano de mamá, en entrar en la iglesia (el colegio, pues era en este donde se celebraba la eucaristía, como ya dije anteriormente), también sería la primera en ir a comulgar. Pero al estar a mitad de la misa recordó la parábola «los últimos serán los primeros en entrar en el reino del Señor». Se sintió mal, muy mal, culpable por haber sido la primera en esos pequeños detalles. Quiso correr hacía dónde estaba su familia, puesto que las habían colocado delante del altar, a todas las que iban a tomar la comunión por primera vez. Pedirles perdón por haberse sentido importante, pero al mirar a mamá, esta le dijo con sus ojos llenos de cariño, ¡niña!¡niña mía!, no te sientas culpable, pues realmente hoy, no solo el día es importante, por ser día de visita a la casa de Dios, sino que tú eres importante igualmente por recibir «su cuerpo» dentro de ti, así también yo me siento parte de esa importancia, por haberte vestido lo mejor que pude para que lo recibas.