Un diario para Aria
(Capítulo V)
Creciendo con tabúes
Ahora se sentía tranquila, seguía siendo ella, esa niña pequeña y menuda, llena de inquietudes, sólo que a partir de ahora podría tomar la comunión cada domingo como hacían los mayores. Una experiencia más añadida a si corta edad, que a pesar de esas preguntas a medio contestar o sin respuestas otras y tabú tras tabú fue creciendo.
Todo en pequeñas dosis es bueno – por lo que cualquier religión lo es, sin llegar a ser fanáticos de ella.
Sus sentimientos han cambiado respecto a algunas cosas. También sus creencias religiosas, en esa época para ella todo era inocencia y candor, las cosas sólo eran de dos formas, buenas o malas. Pero para la pequeña niña solamente existían las buenas. ¡Tonta de ella!, pues mientras pensaba que sólo existían las personas buenas, que las otras no podían existir, ya que Dios no lo quería así, tampoco lo permitiría. Con qué dolor y tristeza descubrió que realmente existía el mal de igual modo o más que el bien. Que esté tan cerca de ti que no te das cuenta hasta que es demasiado tarde para dejarlo. Es por esto por lo que esa fe ciega que tenía a esa edad ha cambiado, porque ahora sabe que hay cosas y personas buenas, no tan buenas y demasiado malas.
La niña era de la opinión que siempre hay que decir la verdad, por muy mala que sea. Cree que, si todos pensáramos y actuáramos así, nos evitaríamos tanto dolor, falsedad, e hipocresía. Que es mejor tener una sola cara, no dos como las monedas, peor aún, si esta es falsa. Ya es hora de empezar a llamar las cosas por su nombre, sin tapujos, ni tabúes. Para nuestras abuelas esto era algo normal y cotidiano, quizás algo también para nuestras madres, para nuestra generación seguro que no, menos aún para la de nuestros hijos. ¿No es mucho más bonito?, se preguntó ella, querer, aunque no te quieran, sabiéndolo, que querer y no te quieran sin saberlo. Si perdonar es amar, ¿no es mejor decir la verdad?