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Isla Coralia
Mientras la mayoría de los pasajeros, no se atrevían a levantarse de sus asientos, por miedo a terminar por el suelo, a causa del vaivén que, por culpa del gran oleaje formado, a raíz del mal tiempo acaecido ese día. Todo eso ocurría en el barco que esa tarde, Luis había cogido en la dársena del muelle de pasajeros, con destino a la isla Coralia, donde vivía su amigo Paco, con el que había quedado hacia una semana, en que iría hoy a visitarlo, para ya en la isla, ir a navegar en el catamarán que habían comprado los dos a medias, hacía ya un par de años.
A Luis no le afectaba en absoluto el movimiento, era por eso que mientras el resto de los pasajeros no se atrevían, ni siquiera a pestañear, él se movía por el barco como pez en el agua, pues su profesión era la de capitán de navío y como él siempre que iba a navegar en el catamarán con su amigo Paco, en días de mal tiempo decía, cuando este le preguntaba, ¿tú crees que, el mal tiempo nos va a permitir salir del muelle? amigo esto no es mal tiempo, mal tiempo es el que de repente, en medio de la noche y en mitad del océano, venga una ola de cara a ti y que mida ocho, o diez metros de altura, pero esto, esto es una brisilla de nada, así que no te quejes, coge todo los bártulos y salgamos a navegar.
Luís, era de los que en los 20 minutos que duraba el trayecto, no cesaba de pasear por el barco, subía a cubierta, luego bajaba, de nuevo volvía a subir, iba de proa a popa, de popa a proa y de vuelta a empezar, pero jamás se sentaba, de hecho cuando el barco llegaba, al muelle de la isla Coralia y ponía los pies en tierra, su amigo siempre le estaba esperando al pie de la escalerilla y lo primero que le decía al saludarlo era, ¿Qué cuantos kilómetros has recorrido hoy hasta llegar a la isla?.
