Embriagarse de olor a mar
Tras una década desde su partida, recalaba a su hogar. Su partida no había sido fortuita, condicionalmente esta se debió a una orden dada por su superior. Era él, hombre de hacer guardar la ley y el orden. Y como tal, le ordenaron ir de aguacil jefe a otra jurisdicción.
Pero, después de ese período alejado del pueblo que lo vio nacer. Hoy regresa a casa, a su casa, a su hogar, al pueblo, a su pueblo. Pueblo este pequeño, pero entrañable. Pueblo de pescadores, situado en una tranquila y resguardada bahía costera.
Él regresaba para quedarse. Este era su hogar y no lo volvería abandonarlo jamás.
Por su edad, acababan de jubilarlo ya, y ahora quiere disfrutar del mar. Salir a navegar, pasear por la bahía y las olas contemplar. O simplemente, sentarse en la orilla de este y respirar. Inhalar tan profundo, como para poder embriagarse de su olor tan peculiar.