La concertista y su piano babor
—Buenas tardes – dijo la concertista.
—Buenas tardes – dijo el padre de la alumna.
—Tome asiento por favor – dijo ella.
—Gracias – dijo él.
—Usted me dirá, ¿de qué quería hablarme?, o ¿en qué puedo ayudarle?
—Me ha dicho mi hija Joliet, que ha trabajado usted en la, “National Schools”.
—Cierto, así es.
—No le dice nada el nombre de Joliet.
—Pues, que además de ser el de su hija, también es el mío.
—Perdone, mi atrevimiento, desde que se fue de la “National Schools”, hasta llegar a esta humilde escuela de pueblo, ¿qué fue de su vida?, ¿lo recuerda?
—Se encuentra bien, pregunto él.
—Si, si, dijo ella, es que me había parecido que estaba hablando con otra persona, ¡su voz me es tan familiar!
—Lo es, se lo aseguro.
—¿Cómo que lo es?, ¿Qué quiere decir?, explíquese por favor.
—¿No me reconoces?
—¿Debería?, ¿Por qué me tutea?
—Soy Mikel, Mikel Aston.
—En alto y con voz temblorosa leyó, Joliet Aston, hija de Mikel Aston y de Sara Cook, nacida en Varona, fecha de nacimiento, el uno de enero del mil ochocientos, abuelos paternos, Yak Aston y Joliet Luya. No pudo seguir pues, las lagrimas que le caían de sus ojos, se lo impedían.
—Hijo mío, ¿Cómo me has encontrado?
—Joliet me hablaba tanto de su profesora de piano, que era muy buena, pero que era demasiado estricta, yo al principio solo le decía, no te preocupes hija que todas las grandes pianistas son así, entonces ella me decía, claro porque no eres tú el que está en esa clase, si no verías que lo que digo es cierto, es demasiado estricta papá, para ella parece que no existe vida más allá de su piano de cola, si hasta le ha puesto un nombre a ese destartalado piano.
—¿Un nombre?, le pregunte.
—Si papá un nombre, le llama mi querido babor.
—¿Babor?, le pregunte de nuevo, estás segura hija.
—Si papá, babor, babor.
—En ese momento pensé, que no podían existir dos personas en este mundo que, ame tanto la música como la amabas tú, y que además, le ponga nombre a su piano, llamándole por el mismo nombre que tú, le habías puesto al tuyo y que, lo hiciste en honor a tu padre que fue, capitán de corveta. En ese instante tuve la certeza, de que te había encontrado.
—Mama, ¿Qué te ha pasado?, ¿Dónde has estado?
—Recuerdas el día en que íbamos al entierro de mi padre.
—Lo recuerdo, tomamos un tren para desplazarnos hasta el cementerio.
—Y recuerdas el accidente del tren.
—Si, en el íbamos, papá, tú y yo.
—Bien pues debido a ese accidente, no pudimos asistir al entierro de mi padre.
—Lo sé mamá.
—Bien pues, a la hora de trasladar a los heridos a los hospitales, nos fueron repartiendo al menos entre cinco de ellos, yo estuve en coma durante más de diez años, al despertar no recordaba nada, ni siquiera quien era, nadie me visito en el hospital en todo el tiempo que pase allí, que fue por un periodo de veinticinco años, ni siquiera sabía mi nombre, no sabía si estaba casada o soltera, si tenía familia y lo peor de todo que no recordaba que tenía un hijo.
—Yo tenía solo doce años cuando eso ocurrió, recuerdo que me llevaron al hospital Silencio, con una pierna rota y un brazo quemado por la explosión de uno de los vagones, recuerdo que no hacía más que preguntar todo el tiempo, por papá y por ti.
—Y qué respuesta te daban.
—Que mis padres habían muerto los dos.
—¡Pero yo estaba viva!
—Si mamá, lo estabas, pero como la mayoría de gente murió quemada, hubo mucha que ,no se pudo identificar, ya que, nadie reclamo sus cuerpos.
—El cuerpo de tu padre estaba reconocible, pues aunque su muerte fue a causa del accidente, no estaba herido.
—¿Cómo lo sabes?
—Me lo dijeron a mí, veinticinco años después de su muerte, cuando logre recordar algo, indague y me dijeron que había muerto de un infarto.
—¿Y de mi, que te dijeron?
—Que también habías muerto, de hecho todos los años vuelvo al lugar del accidente y deposito flores en el cementerio que hicieron en el terreno donde descarrilo el tren, y como los muertos no identificados los enterraron todos juntos y habían tanto adultos como niños, yo he ido a llorar por dos allí, durante estos últimos cinco años.
—¿Cinco? si han pasado ya treinta años desde el accidente.
—Pero yo estoy contando, a partir del momento en que, recuperé gran parte de mi memoria.
—Mikel, que fue de tu vida en todo ese tiempo.
—Bueno, pues después de curarme la pierna y el brazo, al comprobar que no tenía más familia que a vosotros que supuestamente habíais muerto los dos, me llevaron a un colegio de huérfanos interno y allí estuve hasta que acabe mis estudios.
— por lo que veo al menos en cuanto a los estudios te fue bien, pues por el expediente veo que trabajas como ingeniero ferroviario.
—No me quejo, estoy contento con mi trabajo.
—En lo personal como te fue, sobre todo al quedarte solo y haber vivido tu infancia y juventud en ese orfanato.
—Podría haber sido peor, en verdad, al principio todo fue muy duro, darme la noticia de la muerte de papá y tuya, bueno ahora la falsa tuya, verme solo y sin ningún familiar, pero no me quedo otra, pronto me acostumbre y te puedo decir que a pesar de no haberos tenido físicamente junto a mí, ni a papá ni a ti, tuve siempre la sensación de que de alguna manera, si lo estabais, siempre recibí un gran cariño por parte de los cuidadores y profesores.
—Y con el resto de los niños.
—Como que todos los que nos encontrábamos allí, éramos huérfanos y no se hacía distinciones entre unos u otros, ciertamente puedo decir que no lo pase mal, formábamos una gran familia y éramos todos como hermanos.
—No sabes, cuanto me alegro oírte relatar eso hijo mío, Mikel, mi pequeño Mikel.
—Pero cuéntame Mikel, aparte de Joliet, ¿tienes más hijos?, ¿y cómo es tu esposa?
—Tengo un hijo más, pero no te preocupes, que ahora que nos hemos encontrado, ya tendremos mucho tiempo para hablar y ponernos al día de todo.
—De acuerdo, pero deja que te abrace nuevamente.