Una doliente pérdida
En una noche oscura,
asomada a su balconada,
apoyada en unas rejas algo enterregadas,
lloraba una enamorada,
no era ella una enamorada cualquiera,
era la enamorada de un célebre jardinero
Ella oculta tras la oscuridad,
lloraba una pérdida,
esa merma era muy especial,
no lo era solo para ella,
también lo era para el jardinero,
y para quienes al jardín venían a visitar
Su enamorado era un floricultor de mucho rango,
sin obviar su gran sentido de la responsabilidad
él estaba comprometido con un gran jardín,
al que se consagraba en cultivar y preservar,
ese jardín no era nada vulgar,
era nada más y nada menos que un edén de camelias
El jardinero presumía de tener dos grandes amores,
el vergel de las camelias
y el amor de una inusitada dama,
de día, él cuidaba del oasis de camelias
y al caer la noche,
recorría el paraíso del brazo de su amada
Pero esa noche,
su amada estaba consternada
y lloraba desconsolada,
porque sin saber cómo,
en aquél místico jardín,
una sola camelia perduraba