Un paraguas conmigo
Un domingo soleado
en el prado estaba yo sentado
en mi mano tenía un libro
el cual leía abstraído.
De pronto, las nubes aparecieron
del azul del cielo se apoderaron
con mucho sigilo dejé de leer
y el libro yo cerré.
Del prado me levanté
a casa me encaminé
puesto que, al ver a aquellas nubes
tuve la certeza de que iba a llover.
Raudo iba yo
para que no me cogiera el chaparrón
pero este fue más rápido que yo
y sobre mí diluvió.
Cuando por fin a casa llegué
lo hice calado
desde la cabeza hasta los pies.
Me prometo a mí mismo que,
la próxima vez
que al prado yo vaya
por muy despejado
que el día esté
además de un buen libro para leer
un paraguas conmigo llevaré.