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No era proeza
Día de lluvia,
gotas de agua,
caían al suelo,
otras,
con los cristales de las ventanas chocaban
Mientras el abuelo,
agazapado en su cama,
el oído agudizaba,
y donde iba a caer cada gota,
el abuelo acertaba
Esa agudeza,
no era proeza,
más bien era destreza