La lavandera
Se levantaba al alba
un café de achicoria se tomaba
luego, salía de casa con su cesta de anea
se dirigía a la zona pudiente del pueblo
y de una en una, en las casas iba tocando
y la ropa sucia de cada uno de sus dueños
ella iba recogiendo
y en su cesta de anea iba metiendo
más tarde, al arroyo de dirigía
al llegar, en sus aguas claras
la ropa de la cesta con esmero lavaría
ya lavada, en el verde prado la extendería
y con la ayuda del sol esta se secaría
ya seca, del prado la recogería
de nuevo, en la cesta de anea la metería
el camino de regreso emprendería
y en cada una de las casas
a sus dueños, la ropa les devolvería
y si suerte tenía, en alguna de esas casas
lo adeudado por lavarles su ropa cobraría
y tal vez un día más, la lavandera comería.