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Cinco minutos
Cada mañana al levantarse
Iba a su escritorio a sentarse
Cinco minutos le bastaban
Ya sentada en él
Con su mano derecha
Abría el cajón
Sacaba su borrador
Lleno de versos
En ese cuadernillo
Escribía la poeta
Lo hacía cada día
A la hora de la siesta
Mientras los demás dormían
Ella escribía poesía
A la mañana siguiente
Nada más levantarse
Ella las corregía
Y solo cinco minutos
A ella le bastarían