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La hermana
No había salido el sol. Cuando Irene de un salto de la cama se levantó. Abrió la ventana para ventilar la habitación. El camisón de seda natural se quitó y en la ducha se metió. Ya duchada, con una esponjosa toalla su escultural cuerpo suavemente se secó. Con su vestido más sexi se vistió. Y sus pies, en su mejor calzado de tacón los metió. Su pelo largo color miel, con mucho esmero escarmenó. Eligió su perfume favorito y su cuerpo con el roció. Sus labios con un pequeño gesto, humedeció.
La ocasión de tal emperifollo estaba justificada. Con gran alegría esperada. Ese día a su casa alguien llegaría. Era su hermana y se llamaba Lucía. Pero ésta sola no vendría. La acompañaba nada más y nada menos, que el gran amor de su vida.
Era por eso por lo que ese día, ella con tanto esmero se acicalaría. Para ese y por ese su gran amor. Era por el que ella cada día vivía. Y su hermana como lo sabía. A ella, a casa se lo llevaba ese señalado día. Ya que ese día años ella cumplía. Y como regalo de cumpleaños a Daniel le traía.