▷ Lo siento Titiritero ✍
Lo siento Titiritero Un amigo llama por teléfono al otro y le dice. —¡Oye! que he visto tu foto en la red. —¿Mí foto? —Le contesta el otro—.
Lo siento Titiritero Un amigo llama por teléfono al otro y le dice. —¡Oye! que he visto tu foto en la red. —¿Mí foto? —Le contesta el otro—.
La hermana No había salido el sol. Cuando Irene de un salto de la cama se levantó. Abrió la ventana para ventilar la habitación.
Doña Franca y doña Estrellita Esa mañana al entrar en el habitáculo, se saludaron las dos amablemente. —Buenos días doña Franca – dijo una. —Los tenga usted doña Estrellita – contestó la otra. —Qué tal le fue ayer por la capital.
La concertista y su piano babor Acaecía una nueva semana, de un frío mes de enero, por el repique de la arcaica campana, del antiguo reloj de la vieja iglesia, de aquel pequeño pueblo costero, tañían las diez de la mañana, hora de concluir la clase de matemáticas.
Sentado en el malecón El malecón era uno de los lugares, a los que le gustaba ir a pasear, ya allí, se sentaba en el borde del muro de contención, cara al mar, exactamente donde las olas rompían con gran fuerza en los días en que hacía mal tiempo.
Sin soltarse las manos Como cada tarde, la pareja de ancianos salían a pasear. Tras cerrar la puerta de la vieja casona, ya en la calle, se preguntaban a la vez, los dos ancianos todos los días lo mismo:
Isla Coralia Mientras la mayoría de los pasajeros, no se atrevían a levantarse de sus asientos, por miedo a terminar por el suelo, a causa del vaivén que, por culpa del gran oleaje formado, a raíz del mal tiempo acaecido ese día.
A la sombra de un viejo especiero Aquella tarde había sido algo diferente de las demás, normalmente Yahel, tras terminar su jornada laboral, que solía ser las cuatro de la tarde, se dirigía a la estación de guaguas municipales, ya en ella se situaba en el estacionamiento de la ruta interurbana y tomaba la guagua número cinco, que era la que le llevaba de regreso a su casa.
El certificado de Eva El vestido rojo de seda natural que llevaba puesto, cada vez se le pegaba más a su cuerpo. —En ese momento Eva se preguntaba, —¿Por qué habré elegido este vestido?— Mira que estuve a punto de ponerme el blanco de algodón y en el último momento